La humillación



Clarice Lispector padecía de insomnio crónico. También era compulsivamente fumadora. Como haría Ingeborg Bachmann pocos años más tarde, una noche de 1966, tras haber tomado su habitual dosis de somníferos, encendió un cigarrillo. Se quedó dormida. Tanto Ingeborg Bachmann como  Clarice Lispector estaban solas. Ingeborg Bachmann murió. Clarice Lispector, sin embargo, vivía rodeada de gente: uno de sus hijos, las criadas, ocasionales invitados. Así que tuvieron tiempo de salvarle la vida y el rostro, mientras ella intentaba salvar sus manuscritos.
Una mañana de 1968, cuando C. Lispector había ido a entregar uno de sus artículos a la revista Manchete, su director, Justino Martins, tras rechazarlo le sugirió que "para ser más productiva y competente debería actualizar su agenda sexual". Dicen que C. Lispector lo miró con humildad y respondió: "No puedo acostarme con nadie, Justino. Tengo todo el cuerpo quemado."
Me pregunto si Don Justino se dio cuenta de que la humillación por él sufrida había sido infinitamente superior a la que había pretendido infligir.

En la foto, Clarice Lispector (segunda por la izquierda) en 1968, encabezando la "marcha de los cien mil" contra el terror de la dictadura de Costa e Silva

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